ESCUELA PEÑA DE MAGIA Y HECHICERÍA

MALDICIÓN EN EL BOSQUE

El bosque de Gaerald no es muy viejo aunque hay zonas de él, como bien saben las brujas Odome, cuyos árboles guardan secretos del mundo primigenio cuando las fatas extendieron su reino por toda la superficie del mundo. Sin embargo, la poca extensión de la floresta hace que casi ningún druida se haya interesado por ella. Así, está algo indefenso ante el ataque de criaturas malignas.

Konoudo Sorom fue un hechicero prometedor hasta que su arrogancia le enfrentó a unas druidas del bosque de Kaliadesh, al nordeste del Imperio. Los poderosos hechiceros, considerándolo un joven alocado, le perdonaron la vida y sólo lo convirtieron en tejón por un año para que aprendiese una lección. Tras su cautiverio, Konoudo, resentido, emigró al sur, a las tierras salvajes donde sólo los más fuertes sobreviven.

Durante largos años se provó a sí mismo e intentó averiguar cómo vengarse de la afrenta que sufrió a manos de la magia druídica y por fin descubrió en un tomo de magia natural orca cómo realizar un ritual para corromper un árbol. Durante ocho horas nocturnas debía rezar a dioses y demonios oscuros ofreciendo un holocausto de incienso sacrílego, sacrificar un animal nativo del bosque mayor que un zorro que muriera sufriendo y desangrándose lentamente y convocar a un ser del inframundo que animara la madera ya muerta del árbol. Haciendo acopio de dieciséis barritas de incienso que le permitían realizar otras tantas noches el ritual y pensaba hacerse con un ejército de árboles corruptos antes de marchar a Kaliadesh.

Nura Odome se levantó con hambre esa mañana. Su madre, Ania, no le había preparado el desayuno como era habitual en ella. Empezaba a preocuparse cuando la bruja madre llegó a la cabaña. Con furia en los ojos, le preparó unas gachas a su amada hija y, recomendándole que no saliera, volvió a la espesura a luchar contra el profanador que estaba corrompiendo los árboles de su bosque. Nura, no queriendo estar sola, se dirigió a la casa de su amiga Kanara Aniamasa para comentar la noticia.

Tras recoger a la curandera, las dos amigas junto con el hijo del barón, avisado por un leñador, su amigo Damen, la alocada Kaida y el escueto Korion, acompañados por Aliel, el extraño ermitaño de las colinas, se internaron en el bosque para averiguar qué sucedía con los árboles.

Sus primeros pasos dieron con una zona del bosque sumida en las más profundas sombras pese a ser mediodía. Allí, un árbol, impregnado de la esencia de la oscuridad, les atacó y poco faltó para que la hija de Sotonake, el inventor, viera truncada su vida. Volvieron con ella, que apenas se podía tener en pie, a Gaerald y se recuperaron prometiéndose retornar al día siguiente. Esa noche, Nura, que no deseaba volver sola al bosque, fue acogida por Ounor, el hijo del barón, en el castillo.

A la mañana siguiente, Kaida se quedó en casa recobrándose del frío sobrenatural que había calado en sus huesos mientras el resto de los compañeros se adentraba en el bosque. Esta vez, un árbol ceniciento, había tomado posesión de un claro y los esperaba para alimentarse de sus almas. La magia de los hechiceros y el poder arcano de las espadas del barón lograron triunfar de nuevo. Sin embargo, Ounor, Nura y Damen sufrieron del toque espectral del espíritu arbóreo.

Regresaron para recuperarse y Ounor propuso volver al día siguiente con más ayuda para rastrear al corruptor del bosque. Nura optó por volver a su casa, en el corazón del bosque, para evitar preocupar a su madre más de lo necesario y Kanara creyó ser más útil permaneciendo en el pueblo para ayudar a los heridos que le trajesen. Sin embargo, el resto, tras ser atendidos por Lucon Carin, el patriarca del dios Sol, decidieron retornar al bosque para enfrentarse al mal lo antes posible.

Damen escaló un árbol de gran altura con gran habilidad demostrando que sus destrezas no son sólo útiles a la hora de cortejar a una joven doncella sino también en los momentos más difíciles. Desde allí pudo avistar una zona del bosque que parecía haber sido tocada por la magia perversa del brujo oscuro. Con cuidado, se dirigieron allí y se enfrentaron contra un abedul demoniaco al que el fuego parecía no afectarle. Por suerte, esta vez, dieron con unas huellas que le permitieron seguir al oscuro nigromante.

No fue fácil dar con él y en el camino tuvieron que enfrentarse con un pequeño dragón también corrompido por la magia infernal. Ya había oscurecido cuando escucharon unos cánticos impíos. En silencio, se acercaron a la profana ceremonia que el brujo obraba en la noche. Un tejón estaba siendo sacrificado en un ritual junto a un pequeño árbol: su sangre impregnada del aroma de un incienso corrupto. Orium, sin perder tiempo, invocó su fuego interno para dar al traste con los planes del maligno y pronto le siguió el resto.

La magia del hechicero no fue rival para el acero y la magia combinados de los compañeros y pronto la sangre del vil mago acompañaba a la de su víctima. Cansados, pero satisfechos de haber obrado como correspondía, regresaron al pueblo tras asegurarse que la obra del corrupto no había ido más allá.


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