NAVEGANTES DE LA PLUMA

Nº 15 - NOVIEMBRE 2005
DESPERTAR

CCLXXXIV

Al volver la esquina
me sorprenden sus manos
que tiran del abrigo
y se cuelgan de los cabellos.
Me retira la bufanda
en su pequeño juego
y tengo que cogerla
con un puño firme.
Alrededor de mí
corre, salta, vibra;
no puede quedarse
ni un segundo quieto.
Sus gritos me provocan
la sonrisa abierta
que todos guardamos
para los niños pequeños.
Y cogiéndole la mano
lo llevo conmigo
mientras me cuenta
que aquí está de nuevo.

Nauta


OJALÁ

Nos movemos entre sombras;
vagamos sin rumbo fijo.
Fluyen nuestros sentimientos
como un raro laberinto.

Es difícil la elección
de quien ignora el peligro.
Si no sabes dónde vas
vuelves siempre al mismo sitio.

Ojalá nunca conozcas
la tristeza y sus caminos.
Ojalá que nunca sientas
el amor como un vacío.

Si la puerta se cerrase
y no hubiese más destino
que la gélida distancia
sólo un deseo te pido.

Recuérdame como fui:
lleno de luz y cariño.
No me recuerdes sin vida
pesaroso y abatido.

Recuérdame sonriendo
siempre feliz como un niño.
No me recuerdes llorando.
No me recuerdes vencido.

Es difícil marchar lejos
cuando escapas de ti mismo.
La incertidumbre te hiela
pero saberlo es más frío.

Ojalá nunca te atrape
un silencio como el mío.
Ojalá nunca descubras
lo mucho que te he querido.

Christian Glaría


HIELO

A María siempre le había gustado pasar largas horas en aquella cabaña; le gustaba sentarse frente a la chimenea disfrutando de un confortable fuego. Pero esa hoguera no le proporcionaba el calor que tanto buscaba. Las llamas ardían con inusitada fuerza, pero ella sólo podía sentir un frío perturbador, como si el hielo la reclamase a su vera. Toda la cabaña estaba impregnada del mismo frío tan intenso y desolador. A menudo se preguntaba por qué no era capaz de sentir calor. Un ruido procedente del exterior perturbó sus solitarios pensamientos, y la hizo levantarse.

Una niña de no más de diez años reclamaba incesantemente su atención. Al observarla, María recordaba vagamente a la niña que fue hace bastante tiempo. Imágenes fugaces de su propia infancia parecían asaltar un territorio largamente olvidado que estaba reservado para los recuerdos del ayer. La pequeña hizo un leve gesto pidiendo un poco de silencio. Ciertamente, María no parecía comprender los verdaderos motivos que llevaban a la niña a comportarse de aquella extraña manera y quizás lo que quería era que quienes la estaban buscando no consiguieran dar con ella. María le preguntó por qué era necesario guardar silencio en aquel instante, pero la chica no respondió. Solo quería que su compañera adulta la siguiera. Sus ojos cada vez se iban pareciendo a algo que no era algo lloroso, sino que se parecían a minúsculos fragmentos de hielo. Resultaban intimidadores, pero a la vez tristes y llorosos. La pequeña agarró con fuerza la mano de María para caminar juntas.

Fuera de la cabaña se sentía el mismo frío tan helador que adentro, y ambas se encontraban cerca de un inmenso lago, helado completamente por estas fechas. Las dos se escondieron tras unos árboles, pues oían unas voces cercanas. Una patrulla de seis o siete hombres estaba buscando algo o a alguien. Los perros que iban con ellos parecían extremadamente nerviosos, intentando encontrar urgentemente su presa. María se dio cuenta de que la chica que iba con ella podría ser la persona que ellos estaban buscando. La miró por un instante para intentar extraerle un mínimo de información, pero esa preocupación le fue devuelta con un angustioso silencio. Prefirió no decir nada, vista la tensa situación, y decidió observar con atención todo lo que allí estaba aconteciendo.

Uno de los hombres emitió un terrible grito lleno de dolor. Los demás no dudaron en seguir su estela, esperando cualquier respuesta. No eran buenas noticias, en absoluto. María quiso saciar su curiosidad acercándose un poco mas y así oír con nitidez lo que se estaba diciendo. La niña a su lado parecía saber más de lo que su silencio decía. Del helado lago encontraron un cadáver flotando sobre las aguas. Era el cuerpo de una chica, de una edad parecida a la de la muchacha que acompañaba a María, e incluso se parecía sospechosamente a ella. Igual podían ser gemelas, llegó a pensar María. También vestían la misma ropa, lo cual hacía que sus divagaciones fluyeran hacia una misma dirección. La niña ya no quiso mirar más. Estaba desolada y triste, y de sus ojos brotó una sola lágrima que, cayendo al suelo, se convirtió instantáneamente en hielo. María no tardó en comprender los verdaderos motivos de la aflicción de la pequeña. El cadáver que habían extraído del lago era el de esa chica, la que iba con ella, por imposible que eso pudiera parecer. Cuando quiso volver la mirada hacia su joven compañera, ésta estaba corriendo desesperadamente hacia la cabaña. Su primer pensamiento hacia ella era el ayudarla en todo lo que le fuera posible, pero antes, quiso darse vuelta atrás y contemplar por última vez los sucesos del lago. El padre de la criatura abrazó perdido entre lágrimas el cuerpo inerte de su hija, mientras recibía el sincero apoyo de todos sus camaradas. Es posible que la niña cayera mientras estaba jugando con otros críos, los cuales darían urgente aviso de lo sucedido a sus mayores en cuanto esta vio hundirse su cuerpo entre el hielo. Incapaz de poder procesar todo eso en su mente, María se apoyo en un árbol y llevándose las manos al pecho. ¿ Cómo era posible que esa niña estuviera junto a ella y al mismo tiempo yacer tan muerta en el lago?¿ Sería un fantasma la que le hacía contemplar su propia muerte para así comprender el dolor que dolor que ella sentía? Parecía obvio que la pequeña había corrido hacia la cabaña para encontrar refugio seguro. Con decisión se adentró también a la casa dispuesta a hallar la conclusión de tal enigma.

Allí dentro, María sentía algo que la quemaba por dentro. Tenía la sensación de que estaba a punto de descubrir algo que, seguramente, no le iba a sentar nada bien. Algo relacionado con su propia infancia y con algo que pasó en un momento concreto. Al tocar el pomo de la puerta, ella notó un escalofrió intenso. Solo pensaba en aquella niña tendida frente a la chimenea y llorando desconsoladamente. María se sorprendió al ver toda la casa cubierta de grandes bloques de hielo. No existía ningún rincón de la cabaña que se pudiera haber librado del gélido toque del frío elemento. La niña no pareció haber notado la presencia de su adulta compañera, y si lo hizo, parecía no prestarle demasiada atención. Su mirada, aún con lágrimas en los ojos, estaba perdida en la inexpresiva danza de las llamas al moverse. Antes de que María pudiera preguntar la razón por la cual ella había convertido toda la casa en un inmenso bloque de hielo, la pequeña se le adelantó diciendo que tardaron tres días en encontrarla. Tres días que su mente paso agonizando mientras esperaba que llegase el final. La niña le comentó a María que cuando estás a punto de morir, vuelves a ver toda tu vida de una forma muy rápida, que casi no te das cuenta de ello. Pero por sus palabras, no era eso lo que su moribunda mente experimentó. En vez de presenciar una vida que casi no dio tiempo de saborear, la niña se imaginaba cómo sería su vida cuando se hiciera mayor, cuando al fin se convirtiera en una mujer enfrentándose al mundo de los adultos. María estaba a punto de no poder reprimir sus lágrimas. Su corazón ya había aceptado la verdad, pero su mente se resistía a asumirlo. Todo lo que había vivido ella en su vida adulta no era más que una dolorosa mentira. En ese momento, María entendió por qué tenía tantas lagunas al intentar recordar su niñez.

Y por qué era incapaz de sentir calor cuando estaba sola frente a la chimenea. Ella era la niña que un día cayó al lago y se ahogó en sus heladas aguas. La niña que debía convertirse en la mujer que era si no fuera por un capricho del destino. Al asumir por fin la verdad, María se desplomó. Su versión infantil se acercó hasta ella y con una mano le seco las lágrimas de la cara. Ambas se miraron por última vez, como si ya no tuviera sentido el seguir adelante. Era momento para poder descansar, para no volver a sufrir con la enésima repetición de una muerte tan absurda. Las dos versiones de María, la niña y la adulta, se fundieron en un fortísimo abrazo. En ese momento, sus respectivos cuerpos empezaron a desvanecerse, como si ya no formaran parte de la realidad que las rodeaba. Al desaparecer ellas, la cabaña empezó a recobrar el aspecto que tenía antaño, deshaciéndose por completo el hielo que invadía la casa. Todo había concluido, aquella niña por fin podía descansar en paz.

Emilio Gómez


CERRANDO PUERTAS EN SILENCIO

Puertas que se cierran,
gritos tras ellas.
En la oscuridad de la noche
yo escribo cartas
para alguien que nunca las recibirá,
en un papel que nadie acariciará,
que nadie acogerá en su pecho,
ni por su rostro rodará
una lágrima por mí.
Tal vez alguien allí afuera
esté haciendo lo mismo,
o tal vez estén diciendo mi nombre.
Puertas que se cierran tras de mí
esperando que un día se conviertan
en mi carta de libertad.

Sonia Tolosana


DULCE

Anochece entre tristezas.
Hay madrugada en las calles
y silencio en mi interior.
Es un vacío insondable.

No pensé que fuera así.
Nunca creí enamorarme
pero, con todo, pasó.
Inútil buscar culpables.

Recuerdo un patio encendido;
los dos en tierra de nadie
en los brazos del otoño
y un temblor al acercarte.

Estampas de gris lejano.
Invierno de chocolates
peladillas y turrones
tu sonrisa y mazapanes.

Con palabras de algodón
yo traté de enamorarte;
pero fundiste un adiós
en un beso indescifrable.

A veces tomo un papel
y las ideas que nacen
me engañan para creer
que estás cerca para hablarte.

Para vestirte de gala
con el más dulce romance
que nunca logré escribir.
Que jamás podré entregarte.

La nieve llega a tus tierras.
Figuritas de guirlache
galletas y mantecados
para cuando el frío llame.

Con una triste canción
yo traté de enamorarte;
pero tenías que irte
y mi abrazo llegó tarde.

Serás siempre en mis recuerdos
ese pañuelo ondeante.
Sé que nunca olvidaré
las últimas Navidades.

Christian Glaría


CCCXXXI

Amarillo se extiende
el tiempo que termina
aunque algunos no crean
que llega lo inevitable.
Naranjas son las huellas
que marcan en la tierra
los duendes y los elfos
que viven en los árboles.
Rojos son los ocasos
a través de las ramas
que se alzan en el viento
cada vez con más frío.

Nauta


EL SECRETO DE LA VIDA

La tierra es testigo de este divagar de los años, buscando el secreto de la vida. He conocido ciudades donde pensaban que el fuego era la fuente de la vida, otras eran el agua y en otras sin embargo el viento y otras que pensaban y me decían que la tierra que pisaban era el origen de todo, pero de todo lo que oí, nada sirvió para aclararme.

Seguí caminando, pero nada me sacaba de mis dudas. He conocido urbes con ideas y dioses distintos y ahora estaba llegando a otra ciudad que tal vez sirviera para aumentar mis dudas.

Estaba a las puertas de una nueva ciudad, con campos y con fuentes llenas de agua y chimeneas por las cuales salía humo, por lo tanto, eso quiere decir que conocen el fuego y molinos movidos por algo que no se ve, pero se siente. Eso debe ser lo que llaman viento.

Me acerqué al más anciano del lugar y le pregunté:

- Por favor, ¿me podría decir cuál es el secreto de la vida?

Levantó la mirada que tenia clavada en el suelo, me miró por un breve instante y volvió a clavar su mirada en el suelo y con voz grave, casi de ultratumba, me contestó:

- Hijo, eso es algo que nunca sabremos, sólo te diré una cosa que tal vez deberías saber y no olvidar nunca, y es que la tierra nos da sus frutos gracias al agua que los alimenta y que sus semillas son extendidas por el viento, que el fuego que a veces arrasa toda señal de vida y que utilizamos para el barbecho de nuestros campos calienta nuestros hogares y nuestros alimentos que nos da la tierra. Todo eso nos da la vida y sin ella nada existiría, así que deja de buscar quimeras imposibles y empieza a vivir. Echa raíces.

Seguí el consejo del anciano y así lo hice.

Sonia Tolosana


CDLV

Soñar no es gratis,
se paga con tiempo
que duele en el alma
espera tras espera.
Soñar nunca es gratis
día tras día aprendo
su amarga cuota
de lágrimas perdidas.
Soñar no ha sido gratis
pero pago gustoso
cada minuto de sueño,
cada instante de espera.

Nauta


Primera parte - Índice

 

 

 

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